miércoles, 24 de abril de 2013

23 DE ABRIL El DÍA DEL LIBRO: EL ORIGEN


 Escrito por Ariana Franco
Todas las cosas tienen un creador,  en el caso de la Fiesta del Libro el animador fue una persona entusiasta que muchos de nosotros todavía hemos conocido y tratado en sus últimos años. Hablamos de don Vicente Clavel Andrés, escritor y editor valenciano, amigo y correligionarios de Blasco Ibáñez, establecido desde el año 1920 en Barcelona, donde rigió durante mucho tiempo la Editorial Cervantes y donde murió en 1967. Gran enamorado de la figura del creador del Quijote, la editorial Clavel hizo de Miguel de Cervantes el ejemplo del escritor, y del Don Quijote, el modelo del libro. No debe sorprendernos, pues, que su editorial-fundada en Valencia en el año l9l6 se amparan bajo ese nombre prestigioso, y que para honrar el "Príncipe de los Ingenios" quisiera instituir un día especialmente dedicado a homenajearlo. Vicente Clavel creyó que la fecha más apropiada para celebrarlo sería la del día de nacimiento de Miguel de Cervantes y, de una manera aproximada, determinó que debía ser el 7 de octubre. Hay que decir que la fecha del nacimiento no consta documentalmente como es frecuente en aquella época-, pero sí la de su bautizo, que fue el día 9 de octubre de 1547. Como que en español era normal que los recién nacidos recibieran las aguas bautismales poco después de nacimiento, algunos autores habían propuesto la fecha del 7 de octubre como la del nacimiento de Cervantes, y así lo aceptó también Vicente Clavel. Este, desde el año 1922, era vocal de la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, entidad eficiente y prestigiosa que había sido fundada en el año 1920 por el editor Gustau Gili, y que vivía atenta a todo lo que representara difusión o enaltecimiento del libro. Y así, encontramos que la Memoria de la Cámara Oficial de Barcelona, registra la propuesta de Vicente Clavel en los siguientes términos:
"Día del Libro Español. Otra iniciativa de nuestro, celoso compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español. Este modélico proyecto pasó a estudio de la correspondiente ponencia y está pendiente de decisión."
En la Memoria corresponde del año 1924 no encontramos ninguna referencia, pero, en el año 1925, el día 2 de febrero, Clavel volvió a proponer la celebración de la fiesta e inició las gestiones en Madrid. Finalmente, el día 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII firmaba el Real Decreto por el que se instituye, oficialmente, la "Fiesta del Libro Español." En aquel entonces ocupaba el poder el Directorio presidido por el general Primo de Rivera, ya uno de sus ministros se había dirigido la Cámara Oficial del Libro con la confianza que serían atendidos, y no se habían equivocado. El ministro de Trabajo, Comercio e Industria era un catalán, Eduard Aunós-un inquieto leridano hasta entonces estrechamente vinculado con Francesc Cambó y con la política regionalista-, pero que por sus lazos con otras personalidades militares ahora colaboraba con el Director. Don Eduard Aunós acogió con entusiasmo la propuesta de Clavel, hecha a través del "Comité Oficial del Libro del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria" para que se instaure en España la fiesta anual del libro español en la perdurable fecha del natalicio del inmortal Cervantes. "Había que dedicar este día a enaltecer y difundir el libro, básicamente con el aliciente de su venta en la calle, con el descuento del 10% (el espíritu de aprovechar rebajas y oportunidades económicas tiene mucho cartel entre cierta gente), y ofreciendo protección oficial y económica a la creación de bibliotecas populares. determinaba, además, que ese día en todas las escuelas y centros de enseñanza, incluso los militares, se dedicara una hora a la lectura de fragmentos escogidos de obras literarias que exalta "la Patria y el libro español." creaba, también, unos premios de mil pesetas que otorgaban las Cámaras Oficiales del Libro de Madrid y de Barcelona-los mejores artículos periodísticos "que se publican en idioma español." La idea era ambiciosa: llegaba a precisar que los municipios destinarían hasta el 3% de sus presupuestos a la creación de bibliotecas en el reparto de lotes de libros pero, como tantas otras ideas proyectos lanzados al viento,  no arraigó con suficiente fuerza.
Hay que decir que tanto el rey Alfonso XIII como el general Primo de Rivera no contaban con muchas simpatías en los medios intelectuales y que, por otra parte, la trayectoria republicana de Vicente Clavel tampoco era demasiado bien vista en determinados ambientes. Pero todo el mundo admitía que un buen nivel cultural era indispensable para dar, en los medios internacionales, una imagen prestigiosa del Estado .(...)
Hay que reconocer, de entrada, la buena intención del Día del Libro de promover el libro y la lectura. Pero no debemos olvidar unos errores que tuvo ya en sus inicios. Por un lado, la discriminación evidente hacia los libros escritos en otras lenguas que no fueran la castellana: se habla siempre y de una manera expresa de "lengua castellana" de "la lengua de Cervantes." Una discriminación que cuesta mucho superar, y que de una manera oficial, podemos decir que no fue derogada hasta la reciente promulgación de la vigente Ley del Libro, del día II de marzo de 1975, que en su artículo 1 º afirma:
"La presente Ley tiene por objeto establecer un régimen especial encaminado a promover el libro español en sus diversas expresiones lingüísticas, y a fomentar su producción y su difusión."
Esa discriminación superior podía alejarse de la conmemoración oficial muchas personas e instituciones que se mantenían fieles a la lengua del pueblo, en el caso concreto de Cataluña, las más prestigiosas y más populares. Por otro lado, el tono que tomó la conmemoración oficial fue a menudo el del tópico, de escasa elevación cultural. Así, las expresiones "Sagrario imperecedero" refiriéndose al libro o "genios de la Raza" para hablar de los clásicos castellanos, no eran las más adecuadas para actos de un cierto nivel literario o para medios de probado espíritu crítico.
Tenemos un ejemplo muy típico en ese inefable Himno al Libro del mismo año 1926, una de las estrofas del cual decía:
"En himnos fervientes cantemos al Libro, / loor a Cervantes, ingenio español, y por la alta cultura constituyen tantas velemos y vibre en nuestra alma de España el honor."
Ciertamente, no todas las celebraciones caían en este defecto; la Asociación Cervantina, de Madrid, o las sesiones de la Real Academia de la Lengua, sabían mantener el tono académico, pero no llegaban al pueblo.
Dentro de esta tónica transcurrieran las conmemoraciones de los años siguientes -1927, 1928, 1929, alternando con las famosas celebraciones de la Exposición Internacional de Barcelona y con la Exposición Iberoamericana de Sevilla-, hasta llegar en 1930. Este año, después de una polémica de si sería mejor seguir conmemorando la supuesta fecha del nacimiento de Cervantes (el 7 de octubre) o la de su muerte (el día 23 de abril, comprobada documentalmente), se acuerda de celebrar esta última, considerando que el mes de abril era más indicado para actos en la calle que no lo de octubre, donde el tiempo no acompañaba. Además, la coincidencia con el inicio del año escolar perturbaba la venta de libros de texto, en las librerías del ramo. Pero los hechos políticos darían un nuevo carácter a la fiesta: el día 14 de abril de 1931, la República era proclamada en toda España y el rey Alfonso XIII marchaba camino del exilio. De aquellos años, hay que remarcar la diferencia que se observa entre su celebración en Barcelona y en Madrid. En Barcelona, la fiesta va tomando un cariz más popular y comercial-paradas de libros en la calle, de todo tipo: circulares de la Cámara Oficial del Libro a libreros y maestros, recordando los de celebrar la Diada, mientras que en Madrid privan los actos académicos los de mayor solemnidad .(...)
En el año 1930, la fiesta alcanza en Barcelona un éxito extraordinario al que contribuye la edición de diversas novedades literarias catalanas de una gran aceptación popular. Es por este tiempo que los editores deciden publicar las novedades coincidiendo con el Día del Libro y organizan actos de firmas de ejemplares por los autores. En Barcelona la venta de ese día sobrepasó los 5.000 volúmenes, y se publicaron dos opúsculos interesantes para la historia de la fiesta. Uno, titulado La Fiesta del Libro, es una breve y ágil descripción de las paradas de libros por las calles de Barcelona, firmada por Carlos Orgilés y Sánchez. El otro, escrito por el impresor Víctor Oliva, El libro español, fue editado por la Cámara Oficial del Libro barcelonesa y se repartieron más de 40.000 ejemplares gratuitamente entre los compradores de libros.
Cervantes y San Jorge: una rosa y un libro. Al día siguiente de aquel Día del Libro un periodista escribia:
"Es de esperar que la próxima jornada se celebrará el 23 de abril coincidiendo con la de Sant Jordi, alcanzará aún mayor esplendor y será una verdadera fiesta del libro español."
 
El periodista resulta un buen profeta, y desde el 1931, la fiesta del libro se convirtió auténticamente popular. Y no sólo en Barcelona: en Gerona, en Sabadell, en Arenys de Mar, en Badalona, en muchas poblaciones catalanas, el Día del Libro raíz firme. La Cámara Oficial del Libro publicó, en 1931, un estudio de Manuel de Montoliu sobre el Quijote: "Lo que España debe a un libro", y en 1932, un pequeño y modélico volumen de Jordi Rubió i Balaguer, director de la Biblioteca de Cataluña, que ponía sus conocimientos al alcance de todos: "Cómo se organiza y cataloga una biblioteca", de una utilidad notabilísima. Realmente, la coincidencia de la fiesta del libro y la de Sant Jordi daba un aire nuevo y popular en la fiesta. Otro periodista barcelonés lo confirmaba al confirmar:
"Lo hemos acertado. La fecha del 23 de abril, en que la muerte de Cervantes coincide con la fiesta de Sant Jordi: rosas, libros y San ..."
El Día del libro, desde entonces, tiene en Barcelona-y por extensión a muchos de otros lugares de los "Països Catalans" un carácter peculiar. Si bien no es fiesta oficial, la calle tiene un aire festivo: hombres y mujeres, chicos y chicas, todo el mundo lleva en la mano la rosa y el libro. La fiesta del Patrón de Cataluña y la feria de rosas que la conmemora, tienen un nuevo atractivo literario.
Mientras tanto, en Madrid la fiesta tomaba un cariz diferente. Ya en 1932 se había intentado celebrar la "Feria del Libro de Madrid", de una duración de más días, con unas casetas de venta situadas en el Paseo de Recoletos que más adelante se trasladaron a la zona del Parque del Retiro y, después de la Guerra civil, proliferaron por diferentes ciudades españolas-. Pero, el día del libro, a pesar de haber sido trasladado al 23 de abril, no radica en Madrid ni en las poblaciones de fuera del ámbito catalán. En Valencia, por este tiempo, hay que destacar la acción cultural del Ayuntamiento, que en 1932, publicó y difundió una volumetría de 1 'historiador valenciano Francesc Almela y Vives sobre El libro valenciano y La lengua valenciana, Normas de Ortografía Valenciana el año 1933. En Sabadell, la popularidad de la fiesta del libro se debió, en buena parte, a la Acción Municipal Docente, organizada al estilo de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona. que dedicó un interés especial en el libro. (...)
El estallido de la guerra civil dificulta seriamente la producción editorial: dificultades de papel, de materias primas, inseguridad general. El Día del Libro del año 1937 todavía se celebró con la aparición de algunas novedades literarias, y en 1938, el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya intentó dar una sensación de normalidad celebrando de una manera relevante el día del Libro que por excepción, fue el día 15 de junio-. Una exposición bibliográfica en el Casal de la Cultura, inaugurada con una conferencia de caries Riba sobre "Sinceridad y expresión literaria inicia una serie de parlamentos, en días sucesivos, a cargo de varios escritores. (...)
Pero la guerra seguía su curso inexorable, y antes de un año, el 1 º de abril de 1939, acababan las hostilidades. Un país deshecho intentaba celebrar el Día del Libro del 1939, quizás el más gris de los que encontramos en esta historia. Los años que siguieron el final de la guerra se resienten de las limitaciones impuestas. Además de las dificultades materiales-papeles de mala calidad, encuadernaciones deficientes-, sorprendía la ausencia absoluta de libros catalanes, impuesta por la rigurosa censura. Hasta 1950, prácticamente, el libro en catalán no se volvió a publicar y poco a poco, retomó su puesto en las paradas en la calle del Día del Libro. De aquellos años hay que recordar la parada que la Obra del Diccionario catalán-valenciano-balear, que dirigía Francesc de B. Moll, instalado en Barcelona, en lo alto de la Rambla, gracias a la tenacidad y el esfuerzo de Joan Ballester.
Poco a poco la vida editorial retomaba el empuje de los años anteriores a la guerra, y pronto el número de volúmenes editados-la mayoría de producción editorial, en lengua castellana-superaba, con mucho, la de 1936. Las Cámaras Oficiales del Libro habían sido englobadas en 1941 en una nueva entidad: Instituto Nacional del Libro Español", centralizado en Madrid, pero que en Barcelona mantuvo una activa y eficiente delegación dirigida por August Matons, con la colaboración de Santiago Aceitunas. Los Gremios de Libreros y Editores que aportaron su colaboración, y consiguieron publicar algunos opúsculos dentro de la línea de los editados por la Cámara Oficial del libro antes de la guerra. (...)
Desde 1950 la Fiesta del libro vuelve a ser popular. Los Gremios de Libreros y Editores, con la colaboración del INLE, editan carteles, sellos publicitarios, organizan exposiciones, sortean lotes de libros entre los compradores y dan nacimiento, al año siguiente, en la Feria del libro de 'Ocasión Antiguo y Moderno, que a partir de entonces se celebra con gran afluencia de público coincidiendo con las fiestas de la Mare de Déu de la Mercè. La Feria, que este año conmemora el XXV aniversario, concentra la venta del libro viejo y ha permitido reservar el Día del Libro exclusivamente para los libros nuevos. Cada año, por el Día del Libro, se encarga el "pregón" o conferencia inaugural a una personalidad del mundo de la política o de las letras. Una de las que alcanzó mayor resonancia fue la del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, en el año 1963, defendiendo la licitud del libro en catalán y la promoción de la lengua y la literatura catalana. En 1967, por iniciativa de un grupo de editores catalanes, el INLE editaba el primer catálogo de libros en catalán, que hasta hoy ha ido apareciendo alrededor del Día del Libro.
La fiesta se ha continuado celebrando el día de Sant Jordi, con la excepción de algunos años que, por coincidir con alguna fecha litúrgica-Viernes Santo, Lunes de Pascua-, ha sido trasladada a una fecha diferente. Así, en 1962, cuando se celebró en Barcelona el XVI Congreso de la Unión Internacional de Editores, a cargo del INLE, el Día del Libro tuvo lugar el 12 de mayo, coincidiendo con la jornada de clausura del Congreso y (dicho sea de paso) llovió en mucho. Hecho curioso éste, que hay que resaltar, es que a menudo el día de Sant Jordi ha sido día de lluvia. No olvidemos que Jordi-en griego, Georgos-significa "campesino" y que las lluvias de primavera son las que sazonan los sembrados y benefician la cosecha. Ahora bien, a quien no benefician es al librero, que debe tener la mirada oscilante entre la parada, con los libros a la intemperie, y las nubes que amenazan la venta. "Calles mojadas, cajones secos" dice el adagio catalán, y por este motivo, cada año se recuerda oficialmente que el Día del Libro puede trasladarse al siguiente si es talmente lluvioso que no permita la venta. Los tradicionales chistes sobre libros y paraguas tienen en este curioso fenómeno meteorológico su verdadero origen.

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