Escrito por Ariana Franco
Todas las cosas tienen un creador, en el caso de la Fiesta del Libro el
animador fue una persona entusiasta que muchos de nosotros
todavía hemos conocido y tratado en sus últimos años. Hablamos de
don Vicente Clavel Andrés, escritor y editor valenciano,
amigo y correligionarios de Blasco Ibáñez, establecido
desde el año 1920 en Barcelona, donde rigió durante mucho
tiempo la Editorial Cervantes y donde murió en 1967.
Gran enamorado de la figura del creador del Quijote, la
editorial Clavel hizo de Miguel de Cervantes el ejemplo del escritor,
y del Don Quijote, el modelo del libro. No debe sorprendernos, pues,
que su editorial-fundada en Valencia en el año l9l6 se amparan bajo
ese nombre prestigioso, y que para honrar el "Príncipe de los
Ingenios" quisiera instituir un día especialmente dedicado a
homenajearlo. Vicente Clavel creyó que la fecha más apropiada para
celebrarlo sería la del día de nacimiento de Miguel de Cervantes y,
de una manera aproximada, determinó que debía ser el 7 de octubre.
Hay que decir que la fecha del nacimiento no consta documentalmente
como es frecuente en aquella época-, pero sí la de su bautizo, que
fue el día 9 de octubre de 1547. Como que en español era normal que
los recién nacidos recibieran las aguas bautismales poco después de
nacimiento, algunos autores habían propuesto la fecha del 7 de
octubre como la del nacimiento de Cervantes, y así lo aceptó
también Vicente Clavel. Este, desde el año 1922, era vocal de la
Cámara Oficial del Libro de Barcelona, entidad eficiente y
prestigiosa que había sido fundada en el año 1920 por el editor
Gustau Gili, y que vivía atenta a todo lo que representara difusión
o enaltecimiento del libro. Y así, encontramos que la Memoria de la
Cámara Oficial de Barcelona, registra la propuesta de Vicente Clavel
en los siguientes términos:
"Día del Libro Español. Otra iniciativa de
nuestro, celoso compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de
cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español. Este modélico
proyecto pasó a estudio de la correspondiente ponencia y está
pendiente de decisión."
En la Memoria corresponde del año 1924 no
encontramos ninguna referencia, pero, en el año 1925, el día 2 de
febrero, Clavel volvió a proponer la celebración de la fiesta e
inició las gestiones en Madrid. Finalmente, el día 6 de
febrero de 1926, el rey Alfonso XIII firmaba el Real Decreto
por el que se instituye, oficialmente, la "Fiesta del Libro
Español." En aquel entonces ocupaba el poder el Directorio
presidido por el general Primo de Rivera, ya uno de sus ministros se
había dirigido la Cámara Oficial del Libro con la confianza que
serían atendidos, y no se habían equivocado. El ministro de
Trabajo, Comercio e Industria era un catalán, Eduard Aunós-un
inquieto leridano hasta entonces estrechamente vinculado con Francesc
Cambó y con la política regionalista-, pero que por sus lazos con
otras personalidades militares ahora colaboraba con el Director. Don
Eduard Aunós acogió con entusiasmo la propuesta de Clavel, hecha a
través del "Comité Oficial del Libro del Ministerio de
Trabajo, Comercio e Industria" para que se instaure en España
la fiesta anual del libro español en la perdurable fecha del
natalicio del inmortal Cervantes. "Había que dedicar este día
a enaltecer y difundir el libro, básicamente con el aliciente
de su venta en la calle, con el descuento del 10% (el
espíritu de aprovechar rebajas y oportunidades económicas tiene
mucho cartel entre cierta gente), y ofreciendo protección oficial y
económica a la creación de bibliotecas populares.
determinaba, además, que ese día en todas las escuelas y centros de
enseñanza, incluso los militares, se dedicara una hora a la lectura
de fragmentos escogidos de obras literarias que exalta "la
Patria y el libro español." creaba, también, unos premios
de mil pesetas que otorgaban las Cámaras Oficiales del
Libro de Madrid y de Barcelona-los mejores artículos periodísticos
"que se publican en idioma español." La idea era
ambiciosa: llegaba a precisar que los municipios destinarían hasta
el 3% de sus presupuestos a la creación de bibliotecas
en el reparto de lotes de libros pero, como tantas otras ideas
proyectos lanzados al viento, no arraigó con suficiente
fuerza.
Hay que decir que tanto el rey Alfonso XIII como el
general Primo de Rivera no contaban con muchas simpatías en los
medios intelectuales y que, por otra parte, la trayectoria
republicana de Vicente Clavel tampoco era demasiado bien vista en
determinados ambientes. Pero todo el mundo admitía que un buen nivel
cultural era indispensable para dar, en los medios internacionales,
una imagen prestigiosa del Estado .(...)
Hay que reconocer, de entrada, la buena intención
del Día del Libro de promover el libro y la lectura. Pero no debemos
olvidar unos errores que tuvo ya en sus inicios. Por un lado, la
discriminación evidente hacia los libros escritos en otras lenguas
que no fueran la castellana: se habla siempre y de una manera expresa
de "lengua castellana" de "la lengua de Cervantes."
Una discriminación que cuesta mucho superar, y que de una manera
oficial, podemos decir que no fue derogada hasta la reciente
promulgación de la vigente Ley del Libro, del día II de marzo de
1975, que en su artículo 1 º afirma:
"La presente Ley tiene por objeto establecer un
régimen especial encaminado a promover el libro español en sus
diversas expresiones lingüísticas, y a fomentar su producción y su
difusión."
Esa discriminación superior podía alejarse de la
conmemoración oficial muchas personas e instituciones que se
mantenían fieles a la lengua del pueblo, en el caso concreto de
Cataluña, las más prestigiosas y más populares. Por otro lado, el
tono que tomó la conmemoración oficial fue a menudo el del tópico,
de escasa elevación cultural. Así, las expresiones "Sagrario
imperecedero" refiriéndose al libro o "genios de la Raza"
para hablar de los clásicos castellanos, no eran las más adecuadas
para actos de un cierto nivel literario o para medios de probado
espíritu crítico.
Tenemos un ejemplo muy típico en ese inefable Himno
al Libro del mismo año 1926, una de las estrofas del cual decía:
"En himnos fervientes cantemos al Libro, / loor
a Cervantes, ingenio español, y por la alta cultura constituyen
tantas velemos y vibre en nuestra alma de España el honor."
Ciertamente, no todas las celebraciones caían en
este defecto; la Asociación Cervantina, de Madrid, o las sesiones de
la Real Academia de la Lengua, sabían mantener el tono académico,
pero no llegaban al pueblo.
Dentro de esta tónica transcurrieran las
conmemoraciones de los años siguientes -1927, 1928, 1929, alternando
con las famosas celebraciones de la Exposición Internacional de
Barcelona y con la Exposición Iberoamericana de Sevilla-, hasta
llegar en 1930. Este año, después de una polémica de si sería
mejor seguir conmemorando la supuesta fecha del nacimiento de
Cervantes (el 7 de octubre) o la de su muerte (el día 23 de abril,
comprobada documentalmente), se acuerda de celebrar esta última,
considerando que el mes de abril era más indicado para actos en la
calle que no lo de octubre, donde el tiempo no acompañaba. Además,
la coincidencia con el inicio del año escolar perturbaba la venta de
libros de texto, en las librerías del ramo. Pero los hechos
políticos darían un nuevo carácter a la fiesta: el día 14 de
abril de 1931, la República era proclamada en toda España y el rey
Alfonso XIII marchaba camino del exilio. De aquellos años, hay que
remarcar la diferencia que se observa entre su celebración en
Barcelona y en Madrid. En Barcelona, la fiesta va tomando un
cariz más popular y comercial-paradas de libros en la
calle, de todo tipo: circulares de la Cámara Oficial del Libro a
libreros y maestros, recordando los de celebrar la Diada,
mientras que en Madrid privan los actos académicos
los de mayor solemnidad .(...)
En el año 1930, la fiesta alcanza en Barcelona un
éxito extraordinario al que contribuye la edición de diversas
novedades literarias catalanas de una gran aceptación popular. Es
por este tiempo que los editores deciden publicar las novedades
coincidiendo con el Día del Libro y organizan actos de firmas de
ejemplares por los autores. En Barcelona la venta de ese día
sobrepasó los 5.000 volúmenes, y se publicaron dos opúsculos
interesantes para la historia de la fiesta. Uno, titulado La Fiesta
del Libro, es una breve y ágil descripción de las paradas de libros
por las calles de Barcelona, firmada por Carlos Orgilés y Sánchez.
El otro, escrito por el impresor Víctor Oliva, El libro español,
fue editado por la Cámara Oficial del Libro barcelonesa y se
repartieron más de 40.000 ejemplares gratuitamente entre los
compradores de libros.
Cervantes y San Jorge: una rosa y un libro. Al día
siguiente de aquel Día del Libro un periodista escribia:
"Es
de esperar que la próxima jornada se celebrará el 23 de abril
coincidiendo con la de Sant Jordi, alcanzará aún mayor esplendor y
será una verdadera fiesta del libro español."