escrito por: tristan
Sucedió el domingo pasado, a las tres y media. Olivier, un joven
francés de 23 años, y su pareja, Wilfred de Bruijn, un holandés de 38,
paseaban por la Rue de las Ardennes, en el distrito XIX de París.
“Volvíamos a mi casa después de haber estado en una fiesta con amigos”,
recuerda De Bruijn. “Íbamos agarrados del brazo, tranquilos y contentos,
y de repente vimos a un grupo de cuatro o cinco jóvenes acercarse.
Dijeron: ‘¡Mira, dos homosexuales!’, y empezaron a pegarnos. Lo
siguiente que recuerdo es la ambulancia. A Olivier le pegaron un golpe
en los ojos y cuando se recuperó vio a cuatro de ellos pateando mi
cabeza como si fuera un balón de fútbol”.
Francia, la nación que inventó los derechos humanos, es hoy un país
asustado y receloso en el que proliferan las fobias. La islamofobia
inundó la pasada campaña electoral. El racismo y la xenofobia, y de
forma especial la fobia a los gitanos, forman parte del lenguaje
habitual. Y la homofobia ha empezado a manifestar su cara más violenta
desde que François Hollande decidió lanzar la nueva ley de matrimonio
homosexual, bautizada como “matrimonio para todos” para poner el acento
en la égalité.
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