Día 29/04/2013
El congreso «Un lugar llamado Carmen Martín Gaite» quiere ser el arranque de un Centro de la Generación del 50
Aquellos días, mediados de
los cincuenta, en los que ya empezaba a latir el corazón de los poetas y
los narradores de esa generación, la del 50, enfrentados día a día con
el presente y con la historia, esa que como decía uno de ellos, Ángel
González, se escribía como la morcilla de su pueblo, «con sangre». Tiempo de silencio, tardes de verano en que los
veinteañeros se bañaban en las aguas del Jarama y algunos ya soñaban con
volver a Región.
Días en los que Carmen Martín Gaite decidió dejar la
enseñanza de la literatura para dedicarse a crearla. Para Carmen, para
Carmiña, el éxito no tardó. Con treinta y dos años, en 1957, obtenía el Premio Nadal con su segunda novela, «Entre visillos». Luego, vendrían muchas más, algunos poemas, y por supuesto el Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 1988, compartido con el poeta José Ángel Valente, de la misma generación, año más, año menos.
Ayer, en El Boalo, precioso pueblo a los pies de la sierra
madrileña, donde la familia Martín Gaite posee una deliciosa casa y
lugar donde Carmiña está enterrada, se inauguró un Congreso Internacional que
lleva el nombre de la escritora salmantina, «Un lugar llamado Carmen
Martín Gaite», que hoy y mañana desarrollará sus sesiones en Madrid, en
el Centro Cultural La Corrala y el Instituto Internacional,
respectivamente. El Congreso, auspiciado por la Universidad Autónoma de Madrid, el Ayuntamiento de El Boalo, el Instituto Internacional, la Editorial Siruela (que publicará sus conclusiones) y el Círculo de Lectores, está dirigido por los profesores José Teruel Benavente y Carmen Valcárcel Rivera.
En él,que se centrará principalmente en los aspectos ensayísticos de la
novelista, participan expertos en la obra de Martín Gaite, entre ellos
varos hispanistas norteamericanos.
Ana, la hermana de Carmiña
Pero este congreso quiere ser algo más. Ana María, hermana
mayor de Carmiña, quiere que se convierta en la primera piedra de un
bello sueño (tan justo, como necesario), un proyecto tan difícil como
hermoso: el nacimiento de un centro de estudios de la Generación del 50.
Ana María era la hermana mayor de Carmen, y es una señora de noventa
años de una energía, un cariño y un genio contagiantes, generosos. Trece
años después de la muerte de Carmiña quiere responder a una de las
últimas preguntas que le hizo: «¿Qué haremos con el legado de la
memoria?».Doña Ana explica que «yo lo entregaría todo, casa,
biblioteca, documentos... si hay algún ayuntamiento o universidad que
patrocinen esta idea de crear un Centro de Estudios de la Generación del 50.
Lo quiero hacer piedrecita a piedrecita, muy despacio. He mantenido
conversaciones con la Autónoma, pero no quiero agobiarles. Aunque a mí
no queda ya mucho tiempo, quiero hacerlo poco a poco. A lo mejor,
podíamos incluso empezar reuniéndonos en el salón de aquí de casa...».
No parece que estén los tiempos para sueños, que parece que
también las ilusiones se escriben con números rojos. Pero todo este
grupo, este grupazo del 50, que anteayer recibía el Cervantes en las
manos de Caballero Bonald, se merece que acabe aquel tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. Un libro, que habita en este casa de El Boalo, dedicado por Luis a Carmiña.
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