lunes, 23 de abril de 2012

DÍA DEL LIBRO: LAS MUJERES EN EL QUIJOTE

Son bastante escasos los personajes femeninos en los primeros
capítulos de la novela, y las referencias al sexo femenino son poco
abundantes en el texto. Sin embargo, el número de mujeres y las
diferentes tipologías de féminas que aparecen en la segunda parte es
mucho mayor.     
Las mujeres retratadas en el texto cervantino que dependen de los
hombres económica/emocionalmente o ambas cosas a la vez son
mucho menos interesantes y tienen mucha menos relevancia que las
que intentan ganarse la vida por sí mismas. En el primer grupo
encontramos el ama y la sobrina de don Quijote, apenas unas
sombras que ejecutan acciones y a la ventera de buenos
sentimientos, caso insólito entre las de su oficio.
En el segundo grupo de féminas, es decir, el de las mujeres
independientes económicamente encontramos a la pastora Marcela,
las mozas de venta, las prostitutas, las viudas o las monjas.
El modelo de mujer independiente lo representa la pastora Marcela.
Por decisión propia y para liberarse quizá del yugo de su tío el cura
y de la presión social que la empujaba a casarse, decide vestirse de
pastora y cuidar sus propios rebaños, decide en definitiva tomar las
riendas de su propia vida y no dejarse intimidar por los juicios de la
sociedad patriarcal que la envuelve. Adopta un rol de mujer
intocable, honrada y desdeñosa de los hombres, algo que ellos no
pueden entender. Se nos proporciona de ella un retrato físico,
primero indirecto, a través de los ojos de los hombres que se han
enamorado de ella y posteriormente aparece vista por el narrador en
presencia de don Quijote. No parece una mujer real cuando aparece
ante el lector, pues las razones que da para defender su libertad y el
deseo de no atarse a nadie, en el discurso de quastio finita, tienen
demasiado tono libresco y poca conexión con la realidad social
femenina de la época.
A pesar de esa idealización y literaturización
de este personaje, es muy interesante la calificación de discreta con
la que la retratan muchos personajes y la absolución moral que le da
el caballero manchego al final de su parlamento.

En el grupo de las mozas de venta encontramos como personaje de
cierta envergadura a la Maritornes. Asturiana de origen, con lo que
eso implicaba de limpieza de linaje y de orgullosa hidalguía
(aspectos estos que contrastan con la suciedad y la poca honradez
del personaje), bienintencionada aunque ligera de cascos, es la
primera mujer que tienta carnalmente a don Quijote. Resulta
llamativo que sienta deseos sexuales que se hagan explícitos en la
obra, y que pretenda satisfacerlos. Es una de las pocas féminas que
hasta ese momento de la novela aparece descrita físicamente, pues
se retrata cómo era su deforme cuerpo y su rostro, también
esperpentizado. Aparece también el rasgo del achatamiento de la
nariz, lo que venía asociado a la inmoralidad. No hemos de olvidar
que en los textos cervantinos aparece a menudo la relación entre la
fisonomía y el valor moral de los personajes. El mundo de la venta
en el que vive Maritornes es un mundo de explotación, en el que el
ventero parece tenerla como una esclava, y se dirige a ella como
puta. Desconfía de las incursiones sexuales de la joven en la cama
del arriero, y en cierto modo, Cervantes pinta un universo un tanto
celestinesco, aunque al final en el lector queda el regusto amargo del
juicio que se hace de la joven, cuando en los momentos últimos de la
aventura en la venta de don Quijote y Sancho es la única que ayuda
al escudero y que se duele de sus heridas y apaleamiento.

Otra clasificación que se puede realizar atendiendo a los tipos de
personajes femeninos del texto es la que distingue a las mujeres
reales de las mujeres ideales.
El personaje femenino idealizado por
excelencia en la novela es Dulcinea del Toboso. Las referencias a su
retrato físico inciden en los tópicos de la mujer renacentista: “sus
cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo,
sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus
dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su
blancura nieve, y las partes que la vista encubrió la honestidad son
tales, según yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideración
puede encarecerlas, y no compararlas.” (pp. 141-142). El contraste
entre la imagen mental que don Quijote tiene del personaje y su
tipología real, la de una aldeana morruda, bigotuda y maloliente
(huele a ajos crudos, en página 709) hace que el caballero no pueda
pensar más que en el encantamiento.
Por contraste con Dulcinea y dentro del paradigma opuesto Quijote/
Sancho, Teresa Panza es una mujer realista, que está contra la
movilidad social que tanto ansía su marido y que se somete al él
dentro de los dictados normales de la época. En este sometimiento
destaca el hecho de que su apellido sea cambiado por el de Sancho.

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